martes, 11 de octubre de 2005

El alambrado

El hombre del alambrado de quien recibió su poder? Quien le hizo creer que era dueño de este lugar del mundo? Algún día decidió poner su alambrado y marcar arbitrariamente su territorio. A partir de allí de su lado crecieron hermosos árboles, porque un río cruzaba su territorio y lo alimentaba; mientras que del otro solo el desierto y sus dunas moviéndose de lado a lado.
Otro día decidió hacer su alambrado más alto, para evitar que los "animales" entraran en su huerto. - Ellos querrán comer de mi huerto y matar mis ovejas - se dijo.
Luego se hizo de un arma, por si alguno de los 'extraños' intentaba cruzar su alambrado. Al otro lado algunos morían de hambre, mientras miraban al señor del alambrado con ojos enormes, solo esperando un poco de piedad, y otro poco de entendimiento.
El señor del alambrado creo un ejército que vigilase su alambrado para no tener que estar pendiente del mismo. Aunque la sola idea de que alguien lo cruzara lo desvelaba por las noches.
Uno de los forasteros, desesperado, intentó trepar los metros y metros de alambrado, a pesar de las púas. Saltó del otro lado pero fue exterminado sin siquiera darle un minuto para explicar que es lo que necesitaba. A lo mejor solo necesitaba preguntar algo? A lo mejor quería invitar al señor del alambrado a visitar el otro lado. Nadie preguntó. Su aspecto oscuro era intimidante y ante la duda convenía eliminarlo.
Los forasteros comenzaron a pelearse por ver quien era dueño del desierto. Uno de ellos plantó un alambrado marcando el límite del territorio que creía propio, y que poseía el único oasis en miles de kilómetros.
El señor del alambrado se enteró de esto. Había otros "señores". Ya no era el y los de afuera. Sino que había mas de un adentro y un afuera.
Un error de cálculos cuando había plantado su alambrado le hizo dejar "fuera" el oasis. Así que elaboro un plan para recuperarlo. Habló con la gente del desierto, los que no pertenecían al territorio del oasis y les convenció de que el "señor del oasis" planeaba atacarlos por la noche, y matar a todos para hacerse dueño del desierto entero. Les prometió que si le ayudaban a "destruirlo" les daría el oasis lleno de palmeras con dátiles. Los habitantes del desierto aceptaron casi sin pensarlo. Ese sería el fin de su hambruna. Agua y palmeras. Con ellas podrían construir sus casas, y servirían de alimento también.
Así fue que atacaron por sorpresa al "señor del oasis" y su pequeño ejercito. Fue una lucha desigual. Los habitantes del desierto sumados al ejercito del "señor del alambrado" eran muchos más en número y armas.
Al día después, cuando salió el primer rayo de sol. Los habitantes del desierto despertaron en el oasis. El señor del alambrado había ampliado su territorio, de manera que ahora incluía el oasis, tal cual lo había planeado desde un comienzo. Cuando se quejaron ante el, él les explico que si no cuidaban del oasis apropiadamente este se secaría en unos pocos meses, así que el lo administraría y les dejaría hacer uso del mismo, pero solo podrían tomar una docena de cocos y tres barriles de agua por día.
La desesperación, la sed y el hambre no les dejaban demasiada opción así que aceptaron con tal de poder acceder a esos pocos cocos y agua. Al menos calmarían algo de sus necesidades.
Así el hombre del alambrado les prometió que tan pronto ellos demostraran poder hacerse cargo del cuidado del oasis les daría total control sobre el mismo.
Esta historia ocurrió en las tierras del desierto del mar seco, en el borde con el gran bosque verde, en el año 8435 A.E. (Antes del error). Es hasta hoy que cada día uno de los representantes de los hombres del desierto acude en presencia del señor del alambrado para preguntarle si están listos para hacerse cargo de su desierto. El señor del alambrado, como cada día, mira en su libro y les responde que no, que necesitan mejorar o arreglar tal o cual cosa. Cada día, dedica 1 minuto de su precioso tiempo a redactar 1 razón por la cual los habitantes del desierto no pueden hacerse cargo, "aun", del oasis.

Cualquier semejanza con la realidad, no es pura coincidencia.

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