lunes, 24 de septiembre de 2007

Babel

He dedicado varios posts a hablar sobre los problemas de las diferencias lingüísticas. Este es uno más, pero esta vez enfocado desde el punto de vista de los problemas que esto conlleva en el desarrollo de mi profesión.
Cuando yo llegué a Vietnam, mi nivel de inglés era bastante pobre. Digamos que, a pesar de los esfuerzos realizados por María Inés mi profesora en Rosario, con la cual dedique las ultimas dos semanas de manera intensiva durante varias horas al día a tratar de mejorarlo: mi inglés daba lástima. Eso no me impidió hacerme entender una vez aquí, tanto en la vida diaria como en la vida profesional. Recuerdo que las primeras semanas de trabajo, el terror me abordaba cuando sonaba el teléfono en mi escritorio. Simplemente no lograba entender absolutamente nada de lo que quien llamaba quería. No importaba si era ingles con acento vietnamita, americano o australiano; yo no entendía nada de nada. Para zafar de tal situación, les pedía que me enviaran un mail con lo que necesitaba, con la excusa de que necesitaba tener un registro de lo que se solicitaba (esto servía bien para todos los casos, ya fuese un cliente, un proveedor, el contratista, etc.).
Así poco a poco me fui acostumbrando al inglés, a los acentos, y por supuesto mi inglés fue mejorando considerablemente. Luego Louise se convirtió en mi ‘maestra’ por excelencia, y el hecho de hablar inglés todo el día en el trabajo y luego en casa me hizo avanzar rápidamente. Hoy, si bien todavía cometo muchos errores, y me sigue costando bastante a veces encontrar las palabras para expresarme correctamente, digamos que puedo perfectamente mantener una conversación con cualquiera, mirar TV o películas (sin subtítulos), y hasta leer un libro en ingles. Y podría
Mi experiencia con los otros lenguajes que me toco lidiar en esta aventura, digamos que no ha sido tan exitosa. Empezando con el vietnamita, idioma ‘imposible’ si los hay, y ahora (si bien solo lo he experimentado por menos de dos meses, con el khmer.
En el día a día se suceden todo tipo de confusiones, que pasado el momento de confusión en general suelen ser muy graciosas, todo debido al problema del lenguaje.
Todo esto deja de ser gracioso cuando se traslada al trabajo. Hoy mismo me encontré en una de estas situaciones ‘difíciles’. Me encontraba en la obra, en el proyecto que estamos haciendo en Siem Reap. Varios de los sub-contratistas de este proyecto son vietnamitas; entre ellos la gente que instala las ventanas y puertas. En la reunión de hoy estaba un representante de esta compañía para ultimar los detalles, ya que mañana despachan en la obra los pre-marcos de todas las puertas y ventanas.
Comenzada la reunión le pregunto al tipo este si hablaba ingles. Si, contesta. Comienzo a explicarle lo que necesitaba clarificar. Hable por unos 3 o 4 minutos y al terminar le pregunto si le parecía mejor que lo hiciéramos de esa manera A o de esta otra manera B. La respuesta fue: - Si. Hay me di cuenta que podía preguntar 20 cosas diferentes y todas las respuestas serían: - Si.
El problema era claro, tenía que definir algunas cuestiones respecto a las puertas y ventanas durante esa reunión, ver de que manera serían instaladas, para poder resolver algunos detalles constructivos, pero claro, nadie allí hablaba vietnamita. El contratista, camboyano, sugirió que había uno de los obreros que era de origen vietnamita, así que salieron a buscarlo. Claro, el obrero hablaba vietnamita pero no inglés. Así que tuve que ir repitiendo todo lo dicho anteriormente al director de obra, en ingles, luego el lo tradujo al khmer para que el ‘obrero vietnamita’ entendiera, y luego el obrero lo tradujo al vietnamita para que el tipo este entendiera. Luego la secuencia se repitió a la inversa: del vietnamita al khmer, y del khmer al inglés (rudimentario).
Alguna vez, cuando eran chicos, seguramente jugaron al “teléfono descompuesto” o como le llaman en inglés al “chinese phone”. Bueno, este no era chinese sino vietnamita, pero si estaba descompuesto.
Lo que llegó a mi oído, como respuesta, luego de pasar por los ‘traductores’ no tenía relación alguna con la pregunta realizada. Volví a realizar la pregunta, las traducciones se sucedieron otra vez, en un sentido y luego en el otro, y la respuesta, si bien diferente que la primera vez, aún no era lo que yo necesitaba oír. Me comenzaba a desesperar.
El capataz, sugirió que lo que sucedía era que el ‘traductor’ no estaba capacitado para entender información técnica y mucho menos traducirla, y entonces era ahí donde se ‘distorsionaba’ el mensaje.
Decidí entonces la última jugada. Agarre un marcador y en un pizarrón que hay montado en el obrador comencé a hacer dibujos tratando de explicar lo que necesitaba saber de este hombre. Los dibujos se fueron mezclando con mi vietnamita básico. La cara del vietnamita pareció iluminarse. Creí haber atravesado su corteza cerebral y finalmente podría obtener la respuesta que necesitaba saber. Opción A u Opción B? Que hacemos jefe? Hubo una pausa. Tal vez estaba pensando? Tal vez mis dibujos habían sido decodificados! La respuesta no se hizo esperar: Si. Otra vez. Si. Si queeee?
Agarré mis dibujos, mi marcador, mi computadora, y me fui. Tal vez construir la torre de Babel sería más facil que intentar terminar la losa del 5to piso de los departamentos en Siem Reap. Al parecer, al menos por los resultados de hoy, no tendrá ni puertas ni ventanas.

2 comentarios:

Martha... dijo...

Vaya, creo q como muxos otros, cda dia se descubren sitios nuevos n ste pekeño mundo d la red, y hoy m ha tokado a mi...
Como si d un diario se tratara, tus historias n ese pekeño lugar asiatico resultan d lo mas curiosas, t seguire n cada una d ellas, m gusta descubrir nuevos parajes...
Saludosss
Martha...

SiC dijo...

Excelente historia, cada dia me asombro mas, saludos!