Un día como cualquier otro, allá por el año 2004, luego de casi un año en Vietnam, me dirigía de regreso a casa luego de un día de trabajo.
Unos días antes, un colega Venezolano que trabajaba en la oficina me había regalado un pote de ‘dulce de leche’ o arequipe que me había traído desde Venezuela. Desde entonces que yo no podía sacarme de la cabeza la idea de comer bananas con una buena cucharada sopera de dulce de leche.
Así iba yo en la Vespa, con esa idea en la cabeza, esquivando motos y más motos cuando sobre mano derecha aparece un mercado, y pensé que el plan ‘banana con dulce de leche’ finalmente podría hacerse realidad. Era la oportunidad perfecta. Así que no dude un segundo y me detuve en uno de los varios puestos de frutas.
Creo que en más de una oportunidad, en este blog, comente la dificultad que radica en aprender el idioma vietnamita. Debido a su carácter de ‘idioma tonal’ hace que para un extranjero sea extremadamente difícil de aprender. Del mismo modo, luego de horas y horas de pensamiento, arribe a conclusiones como que el vietnamita tipo no esta preparado para escuchar (y entender) a un extranjero hablando vietnamita. En Argentina, por ejemplo, si un ruso estuviera de visita solo sabiendo algunas palabras sueltas de español, e incluso con una terrible pronunciación, no tengo ninguna duda que saldría airoso de una situación como la que voy a pasar a contar. Claro, en Vietnam, todo es muy diferente.
Yo había aprendido, gracias a algunas de las chicas de la oficina que se empecinaban en enseñarme palabras en vietnamita, que la palabra para banana era CHUY (aunque la escritura correcta es ‘chuối’, pero la pronunciación suena como chuy). Hasta ahí todo parecía pan comido. Chuy… pensé y supuse que no podría fallar. Respiré hondo, puse cara de local, y saque a relucir mi vietnamita básico: - Chuy? - Pregunté.
La señora que atendía este puesto, era una señora bastante mayor, diría de unos setenta y pico. Aunque mi experiencia me confirmó varias veces que es muy difícil calcularle la edad a un oriental. Sin embargo las arrugas en todo el rostro, en las manos, y su piel curtida delataban años acumulados.
Me miró a los ojos, y levantó las cejas en señal de no tener idea de lo que yo le estaba diciendo. Volví a intentarlo, tratando de recordar a Ms.Hanh, enseñándome como era la correcta pronunciación.
- Chuy! Chuy! – repetí varias veces.
La vendedora, sin dejar de levantar las cejas, extendió sus brazos quebrando los codos. Levantó ambas manos con las palmas abiertas e hizo rotar las muñecas varias veces. Este, para los que no saben, es el gesto vietnamita para indicar total desconocimiento sobre lo que la otra persona está diciendo. También se utiliza para indicar que no hay mas cantidad de algo (por ejemplo cambio a la hora de pagar, o algún producto, etc.) Sin embargo, por la expresión de su rostro, me di cuenta que en este caso, el típico gesto se refería pura y exclusivamente a no tener la más remota idea de lo que yo quería.
Esta vez, volví a intentarlo, tratando entonces de probar otro tono diferente y elevando el tono hacia el final de la palabra; y para tratar de hacerme entender hice el gesto de sostener una banana imaginaria en mi mano y con la otra juntando todos los dedos trate de imitar el tamaño del plátano imaginario. (de igual manera que en argentina o en Italia hacemos el gesto para indicar la palabra: Que????, pero en este caso de manera invertida, sobre la otra mano que sostenía la banana)
- Chuy? Chuy? – volví a repetir.
Ya desde el momento en que llegué y estacione mi vespa frente a este puesto, varios vietnamitas se habían comenzado a acercar lentamente. Simplemente por curiosidad. Un extranjero, en una moto que para ellos es una mierda (Vespa), en un mercado al que normalmente no concurre ningún extranjero (por estar fuera del circuito turístico) y para colmo este hablaba alguna lengua rara que nadie entendía. - Chuy! Chuy! Chuy!
A este punto yo ya me había empezado a poner un poco nervioso. Tantos espectadores se tornaban intimidantes. Así que mientras repetía una y otra vez tratando de hacerme entender, empecé a mirar entre todas las frutas que vendía esta señora tratando de encontrar una banana a la cual poder señalar con mi dedo y así salir airoso de esta situación incómoda. Llegué a ver naranjas, mandarinas (grandes cantidades debido a la cercanía con el año nuevo chino, en el que se acostumbra a regalar esta fruta como símbolo de buen augurio), también manzanas, pomelos, ‘jack fruit’, kiwis, los famosos ‘durians’,’ lon ang’, ‘lychees’, ‘dragon fruits’ (varias frutas que no conocemos en Argentina), etc. El orden y la cantidad de colores generaban una imagen digna de una postal. Pero nada de bananas. Incluso intenté encontrar una en alguno de los puestos aledaños. Pero parecía que la banana se había extinguido de Vietnam.
Ante mi insistencia, uno de los espectadores, que para entonces sumaban ya más de una decena, empezó a arriesgar a los gritos (los vietnamitas no hablan; gritan en el más agudo de los tonos) posibles palabras para lo que yo estaba necesitando… claro que ninguna de estas palabras tenía ningún sentido para mi, ya que yo tampoco lograba entender su significado. Asi que respondí con el mismo gesto que la señora del puesto, haciendo girar mis palmas una y otra vez. Creo que este señor entendió el mensaje porque paró de hablar.
Mientras tanto mi impaciencia se traducía en mis gestos. La banana imaginaria que hace unos minutos era de tamaño normal, ahora tenía un tamaño descomunal. Mi cabeza giraba de lado a lado tratando de buscar una banana entre tanta fruta. Todo esto mientras repetía ya casi a los gritos:
- CHUY! CHUY?? CHUUUY? CHUYYYYY? - probando todos los tonos, pronunciaciones, largos de vocales y acentuaciones posibles, esperando que alguno sea entendido por la multitud alrededor mío. Cada uno de los espectadores repetía lo que yo decía, y reían mientras le hacían algún que otro comentario a la persona que tenían a su lado. Comencé a sentir que estaba haciendo el ridículo y mi idea de la ‘banana con dulce de leche’ comenzaba a esfumarse…
Habían pasado más de 20 minutos, y la cantidad de espectadores se acercaban ya a la segunda decena. Creí ver a alguien que empezaba a cobrar entrada a los que querían acercarse para verme hacer el payaso.
De pronto, cuando ya casi había perdido toda esperanza, como un milagro, alguien de entre la multitud dio un paso al frente y mirándome a los ojos, y repitiendo el gesto de la banana gritó:
- CHUY! CHUY! BANANA! BANANA! - la multitud, casi a coro comenzó a repetir a los gritos: - CHUY! CHUY! BANANA! BANANA! –
Creí oír las campanas de la iglesia más cercana y a un coro cantar el aleluya! No puedo explicar mi alegría y mi alivio. No recuerdo claramente pero me parece que llegue a abrazar a este sujeto que logró entender mi pedido.
Si toda esta situación, hasta ese momento, había sido para contar en un libro; lo que siguió era para filmar un cortometraje porque es difícil de creer en mis palabras.
Cada una de los ‘espectadores’ y los vendedores de puestos vecinos parecieron desaparecer por unos segundos y regresar con docenas y docenas de bananas. No me pregunten como lo hicieron o de donde las sacaron pero todos tenían bananas en las manos y se empujaban unos a otros intentando venderme la preciada fruta.
Apenas logré salir del shock en que me encontraba, empecé a regatear precios hasta que el precio final fue el 10% de donde arrancamos. Clara ley de oferta y demanda.
Eso sí… había decenas de vendedores, y no se quedarían contentos de que solo comprara a uno de ellos. Así que tuve que comprar a varios mientras me habría paso hasta la Vespa.
Debo confesar que nunca comí tantas bananas en mi vida. El pote de dulce de leche duró nada. Claro, no fue suficiente para tanta banana. Recuerdo que los vecinos comieron bananas, amigos, colegas en la oficina y cada una de las personas con que nos encontramos esa semana.
Ahora que escribo todo esto me dieron ganas de comer bananas con dulce de leche. Tengo un pote sin abrir de San Ignacio, que traje cuando estuve en octubre en Rosario. Tal vez esta tarde me vaya una escapada al mercado que está a un par de cuadras de casa. Mmm… pero primero tendré que averiguar como se dice banana en Khmer…. No vaya a ser que vaya a hacer el ridículo...
11 comentarios:
Que momento!!!
Gracias por estas alegrias, debe ser incomparable!!!! suerte la proxima, Lider mediatico"!!!!!!
¡Que buena narración!, la parte en que desaparecen los vendedores por un momento para traer a su vuelta los plátanos, me hizo reir hasta lágrimas; poco a poco me voy a enterar de las costumbres y comidas de aquel lugar aunque... para comidas, modestia aparte, la cocina peruana es de las mejores del mundo. Saludos y apenas consigas un pisco original (aguardiente de uva) por allá, te mando una receta para preparar un delicioso pisco sour.
aca en Mex al dulce de leche le dicen CAJETA, en verdad el dulce de leche es de leche de vaca, y la CAJETA de leche de cabra, pero la verdad, hubieran elegido otra palabra porque justo CAJETA ! en fin ya nos acostumbramos y no nos causa gracia
saludos desde la tierra azteca, Myriam
una anecdota muy graciosa y muy bien contada
saludos
pd: y anda a pedir una bananita dolca a ver si te la traen!! jaja :)
que banana !!!!! hola Lucas, me divertio mucho tu bananal !!!!!
Jajjajaj muy buena anécdota mmm ahora me diste ganas de entrarle al dulce de leche o una medialuna con dulce de leche XD
La próxima, lápiz y papel, al mejor estilo pictionary y a dibujar.
Saludos, desde Rosario.
Y no probaste de llevarte una pizzarrita y probar de hacer dibujitos para que te entiendan?
Y yo que pensé que era difícil entenderse con el quebecoise!
Me encantó tu relato
Nunca leí un texto tan largo y tan gracioso!
¡Excelente post! Me histe cagar de risa.
¿Y qué tal el vietnamita? ¿Difícil de aprender?
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